Antes de dejar las habitaciones taifales de la Aljafería (la obra de los reyes cristianos nos espera), José Antonio Duce nos introduce en uno de los rincones más bellos y significativos del palacio, el oratorio. A veces se lo presenta como mezquita, pero sus pequeñas dimensiones ya dejan claro que era un espacio de uso privado, exclusivo del monarca y los miembros más próximos de su corte. Con la manipulación de los elementos reales que es seña de esta serie “La Aljafería musulmana y cristiana”, el genial fotógrafo nos pone en la piel de Abu Yafar buscando la protección del Cielo en este espacio sagrado, intimista y delicadamente decorado.

Duce pone su cámara en el mismo mihrab, el nicho tras un arco que guarda el Corán y orientado en dirección a La Meca. Como una concha luminosa, contrastando con el recogimiento de la habitación, la toma destaca el punto principal, el que indica el lugar hacia el que se debe mirar cuando se reza.

El punto de vista bajo muestra también la copiosa y fina decoración en yeso de la habitación, con motivos como los arquillos lobulados y las frases coránicas. Tributo de belleza del hombre a la divinidad.