En Longares, en la comarca de Campo de Cariñena, el objetivo de José Antonio Duce entró en la iglesia parroquial de La Asunción para captar en primer plano todo el dramatismo y patetismo de este Ecce Homo; una sobrecogedora representación artística de un cuerpo sufriente y torturado.
La escultura ha sido atribuida por algún estudioso a Alonso Cano, uno de los maestros españoles del siglo XVII, y por otros a Manuel Pereira, seguidor del primero; pero el Ecce Homo de Longares es, ante todo, un perfecto ejemplo de la escuela andaluza de escultura barroca. El realismo y la expresividad de la cara conviven con la truculencia, mostrada en detalles como la corona, hecha con espinas naturales, y las heridas que produce, de las que parece brotar auténtica sangre.
En tallas como la de Longares pensaba Unamuno cuando reivindicaba “esos Cristos lívidos, escuálidos, acardenalados” que muestran toda una concepción en nuestra historia de la religión, del sufrimiento y de la vida.
La escultura, como toda la capilla en donde se ubica, fue un legado a Longares de Diego de Escolano, arzobispo de Granada cuyo padre era natural de esta villa.